Comunicar la discapacidad y la salud mental en época de Covid-19
Imágenes de Zachary Debottis (1), Daniel Jacques (2) y Daniel Reche (3)
Agosto de 2020
Por: Sandra Meléndez
Según la OMS, la depresión es un trastorno mental frecuente que afecta a más de 300 millones de personas en el mundo, siendo la principal causa mundial de discapacidad y contribuye de forma muy importante a la carga mundial general de morbilidad. Además, la depresión afecta más a la mujer que al hombre.
Antes de esta crisis de salud pública esta organización aseguraba que la tasa de personas con discapacidad (alrededor del 15% de la población en el mundo) aumentaba a causa de dos factores principales: el envejecimiento de la población y el aumento de enfermedades crónicas a nivel mundial. En ese orden, la situación de discapacidad es uno de los ejes estructurantes (al igual que el estrato socioeconómico, el género, la etapa del ciclo de vida, la condición étnico-racial, el territorio, y el estatus migratorio, entre otros) que "generan escenarios de exclusión y discriminación múltiple y simultánea, que redundan en una mayor vulnerabilidad ante la enfermedad".
Por su parte, la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) y la Organización Panamericana de la Salud (OPS) coinciden en afirmar que la actual pandemia representa un mayor riesgo tanto para los 85 millones de personas mayores de 60 años como para los 70 millones de personas con discapacidad que hay en América Latina y el Caribe, pues “la propagación del virus puede dificultar el tratamiento de las enfermedades crónicas más frecuentes en estos grupos, exponiéndolos a una muerte anticipada”.
Durante los cerca de cinco meses de cuarentena que van en Colombia y la mayoría de los países de Latinoamérica, los medios de comunicación han dejado muy claro el alto riesgo que corren las personas mayores de 60 años con respecto a la Covid-19, pero muy poco o nada se ha informado sobre la población con discapacidad, el otro grupo poblacional igualmente vulnerable, no solo desde el enfoque médico sino especialmente desde el impacto social, es decir, desde una perspectiva biosicosocial. Pero ¿por qué es importante y necesario informar sobre la relación que existe entre la actual pandemia y la población con discapacidad?
En abril, la CEPAL publicó un documento en que aseguró que las desigualdades en diferentes dimensiones que experimentan las personas con discapacidad, entre ellas el acceso a las tecnologías de la información y las comunicaciones, no solo han exacerbado su vulnerabilidad y el impacto de la pandemia, sino que también dificultarían la senda de su reconstrucción. En detalle el organismo recomendó: “Asegurar la accesibilidad a toda la información relacionada con la crisis. Esto incluye la información de salud pública para prevenir, detectar y tratar el COVID-19 e información sobre las medidas implementadas por los gobiernos para enfrentar y mitigar los impactos socioeconómicos de la pandemia, de modo que las personas con discapacidad pueden estar informadas sobre prestaciones a las que puedan acceder en el contexto de la crisis y en el período de recuperación. Esta información debe estar disponible en lenguaje de señas y en lenguaje sencillo y fácil de leer, en medios, modos y formatos accesibles, lo que incluye la tecnología digital, los subtítulos, los servicios de retransmisión y los mensajes de texto.”
Agregó: “Asegurar la continuidad del trabajo, la educación y la prestación de servicios de rehabilitación para las personas con discapacidad a través del uso de tecnologías de la información y las comunicaciones (TIC). Si bien las TIC pueden ser una herramienta fundamental para limitar el impacto negativo del confinamiento y el distanciamiento físico en las vidas de personas con discapacidad y sus familias, es necesario fortalecer el acceso a las tecnologías desde el punto de vista económico. En este sentido, los gobiernos deberían explorar opciones para subsidiar en el corto plazo la adquisición de tecnologías y capacitación para su uso en el caso de las personas con discapacidad. Alternativamente, se puede explorar el uso de otros dispositivos, como la radio y la televisión, a los cuales hogares con personas con discapacidad sí pueden tener acceso”.
Un mes después la ONU publicó lo que denominó “Una respuesta inclusiva para las personas con discapacidad al COVID-19”, resumen político en el que aseguró que la COVID-19 ha creado una crisis humana de una escala sin precedentes, afectando de manera desproporcionada a mil millones de personas con discapacidad, lo que “requiere una respuesta sin precedentes, un aumento extraordinario del apoyo y el compromiso político, para garantizar que las personas con discapacidad tengan acceso a los servicios esenciales, incluidos los servicios de salud y protección social inmediatos, para superar la crisis. Una respuesta y recuperación de COVID-19 que incluya la discapacidad servirá mejor a todos. Proporcionará sistemas más inclusivos, accesibles y ágiles capaces de responder a situaciones complejas, llegando primero a los más rezagados. Allanará el camino para un futuro mejor para todos”. Este informe específico para las personas con discapacidad expone las implicaciones generales y detalla la manera como la Covid-19 impacta a esta población, así como los fundamentos, acciones y recomendaciones sectoriales para una respuesta y recuperación de COVID-19, que incluyan la discapacidad desde la no discriminación y un enfoque interseccional y participativo, no solo en el área de la salud sino desde lo social y humanitario. Adicionalmente, el documento tiene en cuenta la relación covid-discapacidad en el marco de los Objetivos de Desarrollo Sustentables.
Más adelante, la CEPAL y la OPS también intervinieron: “las medidas de confinamiento pueden aumentar las barreras que enfrentan las personas con discapacidad para acceder al sistema educativo y a un trabajo decente con ingresos suficientes y protección social, lo que profundiza su situación de exclusión y marginación”, agregando que la falta de información sobre la pandemia en formatos accesibles es uno de los factores que puede aumentar el riesgo de contagio de las personas con discapacidad.
Y, específicamente, la Organización Mundial del Turismo (OMT) llamó la atención sobre las personas con discapacidad y las personas mayores que están viéndose especialmente afectadas por la pandemia: “a menudo quedan excluidas de la comunicación sobre salud pública y sobre viajes, de la toma de decisiones y de la información sobre la accesibilidad de los servicios básicos”, encontrando que muchas personas con necesidades especiales de acceso se encontraban de viaje o se disponían a viajar durante la primera cuarentena (y ahora la segunda ola por venir). Por lo que publicó unas recomendaciones para dos tipos de situaciones: respuesta inmediata y recuperación.
Ahora, ¿Cómo informar sobre salud mental y los riesgos que impone la actual situación, entre ellos el de adquirir una discapacidad mental?
Se ha evidenciado el impacto de la cuarentena en casa a causa del Covid-19 en la salud mental de la población en general, es decir, que existe una relación directa entre los problemas de salud mental y las pandemias mortales. La ONU asegura que la pandemia por COVID-19 implica que muchas personas se queden en casa y disminuyan sus interacciones sociales y actividad física, lo cual “puede tener un efecto negativo en su salud física y mental”. El organismo dispuso un espacio en su web con consejos para ayudar a que las personas y sus familias se mantengan saludables en casa durante el período de confinamiento, entre ellos, consejos para el cuidado de la salud mental. Lamentablemente esta información no tiene en cuenta la realidad ni las especificidades de las personas con discapacidad para mantenerse saludables en casa en tiempos de cuarentena.
Dos meses después de que la OMS declarara el brote por coronavirus como una emergencia de salud pública internacional, la OPS publicó el documento “Consideraciones psicosociales y de salud mental durante el brote de COVID-19” en el que hacen una recomendación especial a trabajadores de la salud para intercambiar mensajes de manera adecuada con las personas que tienen discapacidades intelectuales, cognitivas o psicosociales: “si usted es líder de un equipo o gerente en un establecimiento de salud, utilice formas de comunicarse que no dependan exclusivamente de la información escrita”, aunque no explican cuáles son las alternativas. De igual modo, incluye recomendaciones para la interacción con personas con trastornos de salud subyacentes.
Para cerrar es necesario resaltar que, por primera vez, se está hablando en los medios de comunicación a nivel mundial (masivos, institucionales, independientes, comunitarios, personales) sobre la salud/enfermedad/discapacidad mental, casi al unísono, de manera más detallada y frecuente. Entonces ¿De qué manera las personas con discapacidad han podido informarse sobre todos estos aspectos? ¿Qué han opinado las personas con discapacidad sobre su actual situación en tiempos de pandemia? ¿Los medios de comunicación las ha tenido en cuenta en sus despliegues informativos? ¿Qué de todo lo anterior se lee/oye/ve en los medios de comunicación? ¿Cómo se está hablando de salud mental en los medios? Vale la pena incluir estos interrogantes en los futuros estudios sobre medios y discapacidad/salud mental.